Fueron tantas cosas, fue tanto daño.. ellos ya no sabían como salir de aquello; se querían, todos lo sabíamos; se odiaban, se negaban a creerlo; pero, se morían el uno por el otro.
Intentaron por todos los medios que aquello que tenían no acabará, que se soportaran eternamente, París fue testigo de la promesa de quererse.
Pero. Siempre hay un pero, pero lo que pasó, lo cuenta ella, desde su vista, desde su mente, con su corazón.
París era la ciudad del amor, la que me enseñó a amar, a amarle.
Él y yo, nosotros. Intentar reconciliarnos no fue la mejor idea, cada día iba a peor, y él seguía demostrando que me amaba hasta los huesos, aunque yo hiciera de todo para sacarle de sí.
Entonces me dijo que era cosa de dos, que confiaba en acabar bien, pero yo le contesté que podía confiar en él, en mi no; ¡sorpresa la mía!, respondió un dulce "confío en nosotros", pero eso tampoco me ablandaba; estaba en la ciudad del amor y no con la persona que en ese momento quería, y me fui, le dejé allí, solo, triste, sin mi.
De nuestro viaje de dos semanas había pasado una, por lo que llevábamos 7 días sin vernos, huyendo yo de él y él buscándome a mi. Siete días de pensamiento, de ilusión, de soledad, sin él. Me di cuenta de que le necesitaba, le quería, mi vida sin él dejaba de ser aquella odiosa rutina que cada día me encantaba más; aunque ya fuera tarde, yo tenía que buscarle, que encontrarle. París era tan grande, no estaba en el hotel, no me cogía el teléfono y a casa no había vuelto. Definitivamente era tarde, ya se olvidó de luchar por nosotros, idiota yo.
Sonó el teléfono, delante de la Torre Eifel, llorando como una magdalena, estaba yo "¿Sí, dígame?", contesté, "¿La señorita Leire?" me preguntaron, "Sí, ¿quién llama?"respondí aturdida, "Buenas tardes, somos del Hospital Francia, ¿es usted familiar de don Alejandro?", anonadada respondí que sí, aunque sin saber bien que era. Estaba tan asustada, no sabía cómo ni por qué tenían mi número y llamaban haciéndome tal pregunta. "Don Alejandro ha sufrido un accidente grave, viajaba en un coche y éste choco frontalmente contra una montaña. En el móvil encontramos un mensaje en el que ponía~Siempre serás tú, mi amor, mi vida, Leire~, y por eso nos pusimos en contacto con usted. Alejandro está grave en cuidados intensivos, sufrió heridas profundas y hemorragias múltiples". Me quedé en un estado de shok completo, inmovilizada, muerta de miedo.
Me dirigí al hospital corriendo, al llegar le encontré en una cama de la UCI, estaba tan mal.. Tenía tubos que le ayudaban a respirar junto con la máquina de oxígeno, y el centro de control cardíaco apenas marcaba el pulso. Me sentía como si me hubieran partido las piernas, como si me quitarán el corazón, sentía que le perdía, que se me iba, que moría.
Pasaron dos días, todo parecía ir a mejor, los médicos daban esperanzas sobre la evolución. Aquellas noticias llegaban como aire fresco a quien lleva atrapado en una caja siglos. Poco a poco él iba reaccionando: hablaba, oía e incluso andaba.
Llegó el momento de hablar sobre nosotros, le dije todo lo que había sentido, lo importante que era para mi y lo mucho que estaba enamorada de él. Le vi reír después de 2 meses sin hacerlo, fue mágico, en ese momento yo ya podría haber muerto feliz.
Volvimos a casa, todo había vuelto a la normalidad, aquello que había pasado era solo una anécdota más. Pero un mes después sufrió un infarto, los médicos no sabían lo que había sucedido hasta que les conté el accidente que sufrió en París, entonces encontraron las causa del infarto; las heridas eran internas, y aunque parecía que todo estaba bien, él estaba roto por dentro. Desde aquel día no pudo moverse de una cama, quedó totalmente paralizado, nunca nos dijeron cuanto podría durar esta parálisis, si volvería a estar bien o que pasaría. Hoy, 10 años después, él vive tranquilo, tranquilo ahí arriba, por que yo, aquí abajo, vivo sin esa pierna que me quitaron hace un mes cuando esa maldita parálisis acabó con su vida, dejándome a mi sin él, y a él conmigo, al contrario que en París.
miércoles, 14 de mayo de 2014
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